El argumento supone que corresponde a quienes tienen algo que esconder o, peor aún, supone que todo el mundo tiene algo que no quiere mostrar. Sin embargo, la privacidad es otra cosa, y es un derecho básico
Tras el abuso de los datos de 50 millones de usuarios de Facebook por parte de la consultora electoral Cambridge Analytica, la cuestión de la privacidad se puso en primer plano. La malversación de la información de los individuos durante las elecciones presidenciales de los Estados Unidos en 2016 se hizo a partir de datos que se manifiestan en el muro de alguien, como la edad, el género, la ciudad de residencia o la preferencia política; sin embargo, muchas personas creen que el tema no les concierne porque no tienen nada que ocultar.
El argumento tiene defensores —el ex CEO de Google, Eric Schmidt, por ejemplo: "Si haces algo que no quieres que se sepa, acaso no deberías estar haciéndolo en primer lugar", dijo— y, sobre todo, tiene críticos, ya que el escándalo reveló la forma en que se pueden monetizar los datos de las personas con fines de toda clase, incluida la manipulación de su opinión. "La privacidad no se trata sobre tener qué esconder o no", dijo Ignacio Cofone, investigador del tema en la Universidad de Nueva York (NYU), a Mic. "Se trata de cuál es el flujo socialmente aceptable de la información y cuál no lo es".
La formulación también oculta el valor relativo de los datos. "¿Nada que ocultar de quién?", preguntó Cofone. "Hay cosas que uno compartiría con su pareja, pero no con extraños en la calle". Pero el problema principal del argumento "no tengo nada que ocultar", enfatizó, es que "supone que la privacidad es importante solo si uno tiene algo que ocultar". El caso es el opuesto, recordó el experto de NYU. "Si empezamos a argumentar sobre cómo todo el mundo en realidad tiene algo que ocultar, perdemos de entrada", dijo. "De ese modo la privacidad se presenta como algo para pervertidos".
También Rebecca Ricks, experta en tecnología de Mozilla, defendió la privacidad como derecho general. "Es importante reconocer que no se trata de esconder, sino de tener, y ejercer, el derecho a mayor control sobre quién ve nuestra información personal", dijo al autor del artículo, Xavier Harding. "En nuestras vidas sociales y en red mucho es contextual: hay conversaciones que tengo con mis amigos que no querría que viera mi familia; hay información que le doy al banco que no quisiera que viera un hacker". En su opinión, "reforzar los controles de la privacidad significa mejorar la confianza y la comunicación en línea".
Aunque una persona nunca haya hecho algo ilegal, "puede elegir no tuitear el domicilio de su madre o andar por la calle gritando sus claves de seguridad", ilustró Harding. "Las cosas se complican cuando el Gobierno decide que no le gusta tu religión o no está de acuerdo con aquello por lo que protestas".
Cuando interviene la ley, además, no todo es tan nítido como se presume. En el caso de los inmigrantes que llegaron a los Estados Unidos como menores de edad sin documentos, hasta hace pocos meses contaron con un estatus migratorio legal, el DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, por sus siglas en inglés), y ahora volvieron a quedar del lado incorrecto de las normas. Advirtió Mic: "Según señala la Fundación Frontera Electrónica, el Departamento de Seguridad Nacional emplea la vigilancia de las plataformas tecnológicas contra los inmigrantes indocumentados, algo que muchos no se esperan cuando se registran en los servicios de las redes sociales".
Por último, señaló el texto, el 51% de las personas no cambiarían la privacidad de sus datos por servicios gratuitos, según una encuesta de PEW Research Center.
Tras el abuso de los datos de 50 millones de usuarios de Facebook por parte de la consultora electoral Cambridge Analytica, la cuestión de la privacidad se puso en primer plano. La malversación de la información de los individuos durante las elecciones presidenciales de los Estados Unidos en 2016 se hizo a partir de datos que se manifiestan en el muro de alguien, como la edad, el género, la ciudad de residencia o la preferencia política; sin embargo, muchas personas creen que el tema no les concierne porque no tienen nada que ocultar.
El argumento tiene defensores —el ex CEO de Google, Eric Schmidt, por ejemplo: "Si haces algo que no quieres que se sepa, acaso no deberías estar haciéndolo en primer lugar", dijo— y, sobre todo, tiene críticos, ya que el escándalo reveló la forma en que se pueden monetizar los datos de las personas con fines de toda clase, incluida la manipulación de su opinión. "La privacidad no se trata sobre tener qué esconder o no", dijo Ignacio Cofone, investigador del tema en la Universidad de Nueva York (NYU), a Mic. "Se trata de cuál es el flujo socialmente aceptable de la información y cuál no lo es".
La formulación también oculta el valor relativo de los datos. "¿Nada que ocultar de quién?", preguntó Cofone. "Hay cosas que uno compartiría con su pareja, pero no con extraños en la calle". Pero el problema principal del argumento "no tengo nada que ocultar", enfatizó, es que "supone que la privacidad es importante solo si uno tiene algo que ocultar". El caso es el opuesto, recordó el experto de NYU. "Si empezamos a argumentar sobre cómo todo el mundo en realidad tiene algo que ocultar, perdemos de entrada", dijo. "De ese modo la privacidad se presenta como algo para pervertidos".
También Rebecca Ricks, experta en tecnología de Mozilla, defendió la privacidad como derecho general. "Es importante reconocer que no se trata de esconder, sino de tener, y ejercer, el derecho a mayor control sobre quién ve nuestra información personal", dijo al autor del artículo, Xavier Harding. "En nuestras vidas sociales y en red mucho es contextual: hay conversaciones que tengo con mis amigos que no querría que viera mi familia; hay información que le doy al banco que no quisiera que viera un hacker". En su opinión, "reforzar los controles de la privacidad significa mejorar la confianza y la comunicación en línea".
Aunque una persona nunca haya hecho algo ilegal, "puede elegir no tuitear el domicilio de su madre o andar por la calle gritando sus claves de seguridad", ilustró Harding. "Las cosas se complican cuando el Gobierno decide que no le gusta tu religión o no está de acuerdo con aquello por lo que protestas".
Cuando interviene la ley, además, no todo es tan nítido como se presume. En el caso de los inmigrantes que llegaron a los Estados Unidos como menores de edad sin documentos, hasta hace pocos meses contaron con un estatus migratorio legal, el DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, por sus siglas en inglés), y ahora volvieron a quedar del lado incorrecto de las normas. Advirtió Mic: "Según señala la Fundación Frontera Electrónica, el Departamento de Seguridad Nacional emplea la vigilancia de las plataformas tecnológicas contra los inmigrantes indocumentados, algo que muchos no se esperan cuando se registran en los servicios de las redes sociales".
Por último, señaló el texto, el 51% de las personas no cambiarían la privacidad de sus datos por servicios gratuitos, según una encuesta de PEW Research Center.